El saco

Un día desperté como de costumbre. Por una razón inexplicable encontré a mi lado un saco grande cerrado y lleno de cosas. Más fue mi sorpresa al ver que el saco no se desprendía de mí y me seguía a todas partes.
— “¿Qué es esto, estaré soñando?”
Pero eso no era todo, cada persona que veía tenía también su propio saco.
— “Esto es rarísimo, debo ver qué contienen”.
Me fui primero a ver qué tenía el saco de mi esposo, lo revisé, pude abrirlo, pero… qué extraño!, no veía nada, no identificaba nada.
Eso no podía ser, fui a ver los sacos de cada uno de mis hijos, — “no pueden ser juguetes porque ya son adultos”. Pude abrirlos, pero tampoco vi nada.
Era hora de ver mi propio saco… Me encerré en mi cuarto para que nadie me interrumpiera, me senté y empecé a abrirlo. Estaba muy apretado.
Con un cuchillo traté de cortar el nudo que lo ataba… NO. Imposible. Lo intenté con tijeras, navajas… y nada… No pude.
Me di por vencida, seguí mi vida como de costumbre. En fin, cada uno tiene el suyo y nadie ve ningún problema. Entonces es normal, es parte de la vida.
Pero las personas no notaban el saco. No lo podían ver…
— “Eso debe ser una ventaja, si no lo ven, no les preocupa, ni les molesta, y mucho menos les intriga lo que contenga”.
Pero cada día podía sentir más la presencia del extraño bulto. Aunque no lo podía abrir, podía sentir que pesaba y ya me empezaba a estorbar.
— “¿Cómo a nadie le estorba?, ni siquiera saben que lo llevan. ¿Por qué yo sí?, no quiero sentirlo”.
Un día, hablando con alguien que me contaba sus desgracias, pude ver que su saco se estremecía y se llenaba más. Hasta parecía que hablaba con mi saco, entre ellos se entendían y comunicaban…
No entendía nada…
Lo que sí podía percibir era que de alguna manera tenía que ver el estado de ánimo. Si estaba triste o alegre. Dependiendo de eso, el saco pesaba más cuando estaba sufriendo y menos cuando estaba alegre. Pero eso sólo era una pista.
Aún así, ya no quería llevar ese bulto. Me estorbaba demasiado.
Tomé una decisión drástica.
— “Voy a deshacerme del saco. No sé cómo, pero ya no quiero llevarlo más. Está decidido”.
No había terminado de decirlo, cuando el saco se rompió.
— “¿Cómo, y ahora? Qué es esto?
Ya podía ver el contenido dentro de él. Lo primero que vi: miedo de ser yo misma, miedo a la muerte, miedo a hablar en público, miedo al rechazo de mis seres queridos, miedo al fracaso. Miedos y miedos.
Seguí viendo: recuerdos negativos de experiencias pasadas. Incluso recuerdos que no eran míos, ahí estaban, bien empaquetados.
— “¿Qué es esto? Esto ni siquiera es mío, quién lo puso ahí?”
Entonces recordé cuando me los compartieron y me di cuenta que yo misma los había guardado.
Y seguían saliendo: sentimientos de cólera, de resentimiento. Todos debidamente empaquetados, que yo con toda paciencia fui abriendo y entendiendo de dónde venían.
Cuando terminé de abrir todo, vi el montón de cosas regadas por todos lados. Era un desorden.
Entonces entendí…
Fui cogiendo una por una cada cosa y la eché en una caja grande. Ya sabía qué era todo, cada una de las cosas y de dónde venían. Ahora ya podía liberarme.
Salí al jardín, era muy grande y espacioso, nunca me había dado cuenta. Ahí en el centro había un globo grande, listo para elevarse. En la base decía: “COSAS QUE DEBES DARLE AL SER SUPREMO”. Entonces sin dudarlo, puse la caja dentro de él.
Inmediatamente empezó a elevarse. Cada vez se veía más pequeño, más pequeño… hasta que… desapareció…


Historia original por Floribeth Salas Salas
Publicado el 27 de junio de 2011

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